FOSILIZACIÓN POR SEDIMENTACIÓN: RELLENO DE LAS CUEVAS

Para que el fenómeno de la fosilización tenga lugar, se han de dar una serie de circunstancias especiales. La primera de ellas es el enterramiento, que ha de ser relativamente rápido ya que si no es así el resto quedará expuesto a la acción de factores atmosféricos (la meteorización, por ejemplo) y biológicos (carroñeros y descomponedores) que lo harán desaparecer. Es decir, que solo en ambientes con altas tasas de sedimentación (sedimentación rápida) es posible que los seres vivos produzcan fósiles.
El principal agente geológico de la corteza terrestre es el agua en movimiento. Cuando el agua corre con gran velocidad es capaz de erosionar las rocas de la corteza terrestre y arrastrar los sedimentos producto de tal erosión. Este transporte depende la propia velocidad del agua: cuanto mayor sea ésta más grande será su energía cinética y, por tanto, mayor su capacidad de transportar sedimentos. Así, cuando el agua pierde velocidad reduce su capacidad de transporte y se produce la deposición de los materiales que arrastra; es decir su sedimentación.

Por todo ello, en aquellos ambientes en los que llegue agua corriente, cargada de sedimentos, y se produzca un descenso abrupto en la velocidad de dicha agua, tendrá lugar una sedimentación intensa. Como ya hemos visto, estos ambientes sedimentarios son los ideales para la producción de fósiles y, en los continentes, se pueden resumir en tres grandes tipos: cuencas sedimentarias, terrazas fluviales y el interior de cuevas.

Relleno de Cuevas:

 
El tercer ambiente en que puede tener lugar una sedimentación intensa son las cuevas. La mayor parte de las cuevas se producen en las rocas calizas, debido a sus propiedades químicas. La roca caliza esta formada, básicamente, por carbonato cálcico. Este mineral se forma cuando el calcio disuelto en el agua reacciona, a través de una serie de reacciones intermedias, con el dióxido de carbono, igualmente disuelto en el agua. El carbonato cálcico precipita en condiciones de extrema quietud del agua. La inmensa mayor parte de la roca caliza del planeta se ha formado (y se forma, en la actualidad) en el fondo del mar, en capas que pueden tener cientos de metros de espesor. Estas capas de roca caliza pueden verse plegadas por la dinámica de la corteza terrestre, originando montañas que quedan fuera del mar. Así se formaron la mayor parte de nuestras montañas, como la mayor parte del Sistema Ibérico, los pirineos y Picos de Europa, por ejemplo.

Como resultado de este proceso, enormes masas de roca caliza son puestas a merced de los agentes geológicos externos. De manera inversa a como se formó, el carbonato cálcico que forma la caliza puede ser disuelto por el agua, a condición de que ésta contenga dióxido de carbono. Y el agua de lluvia que se filtra a través de las numerosas grietas y fisuras de las rocas contiene dióxido de carbono, por lo que es capaz de disolver la caliza. También disuelven las rocas calizas las aguas subterráneas que se infiltran en ellas, siempre a favor de las grietas, ya que también contienen dióxido de carbono.
De este modo, el interior de la montaña se va viendo horadado por la acción del agua y se van formando túneles horizontales y verticales, que se conocen como galerías y simas, respectivamente. Cuando el nivel de base de las aguas subterráneas (o nivel freático) desciende (por ejemplo porque el valle se encaje) el agua deja de circular por galerías y simas, y solo el agua de lluvia sigue actuando. En este momento, la montaña guarda en su interior un laberinto de cavidades. La acción del agua de lluvia, y la erosión de las laderas, llevan a que esta red de cuevas se abra al exterior, y empiecen a ser rellenadas por los sedimentos que el agua de las laderas arrastra, al introducirse, como si se tratara de desagües, en las cuevas. Junto con los sedimentos, el agua transporta restos de organismos, que quedan fosilizados junto a aquellos otros restos introducidos por carnívoros y humanos, como resultado de sus actividades

Una gran parte de los fósiles humanos conocidos proceden de regiones en las que no hay cuencas sedimentarias, siendo mayoría los yacimientos en el interior de cuevas sobre los de terrazas fluviales. Quizá los ejemplos más señeros de yacimiento en cueva lo constituyan los de la región del Transvaal (Sterkfontein, Swartkrans y Kromdraai), en Sudáfrica, y los de la burgalesa Sierra de Atapuerca.

Por último, cabe mencionar un tipo de yacimiento cuya génesis no se debe a los agentes geológicos externos sino a la mano humana. Se trata de los enterramientos, acumulaciones intencionadas de cadáveres en lugares recónditos de las cuevas (como en el caso de la Sima de los Huesos de la Sierra de Atapuerca), o acumulaciones de huesos tras el consumo de seres humanos (como en el nivel TD6 de la Gran Dolina de Atapuerca). En este tipo de yacimientos la conservación de los restos es excepcional y pueden encontrarse esqueletos completos o muy completos. Desgraciadamente, con la notabilísima excepción del yacimiento de la Sima de los Huesos, la humanidad no comenzó las prácticas funerarias hasta hace menos de 100.000 años, por lo que el registro fósil de las humanidades más antiguas de esa fecha es mucho más escaso y fragmentario que el de aquellas otras posteriores (humanos modernos y neandertales).

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